La devoción del Rosario tiene ochocientos años de vida en la Iglesia. Su origen se atribuye a Santo Domingo de Guzmán († 1221) quien recomendaba mucho a las personas que repitieran frecuentemente a la Santísima Virgen el "Ave María", pensando en los Misterios de la Vida, Pasión y Resurrección de Nuestro Señor. Él y otros padres dominicos, dedicaron su vida a propagar entre las gentes la costumbre de rezarle a la Santísima Virgen lo que antes se llamaba "Salterio de la Santísima Virgen", y que desde entonces empezó a llamarse "Rosario de Nuestra Señora". En el año 1208, María, la Madre de Dios, enseñó personalmente a Santo Domingo, a través de una visión, cómo rezar el Rosario y le dijo que propagara esta devoción a todas las naciones y la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la Fe.
Nombres del Rosario.
Se le llama de muchas maneras y se le compara con muchas entidades. Su estructura externa y la riqueza de su contenido dan pie a lo siguiente:
Es un Río de Rosas formado por las cincuenta Avemaría y las otras oraciones y jaculatorias, que fluye desde los hombres hasta el cielo para pedir la intercesión de la Virgen.
Es un Ramillete de Rosas dedicado a la Virgen: "Venid gentes y coged las rosas de estos misterios" (Liturgia: Himno de la fiesta)
Es una Corona de Rosas tejida con flores de la más variada belleza y del más exquisito perfume: -los misterios de la vida de Cristo, las reflexiones y oraciones- que despiertan en nosotros sensaciones de dolor, de gloria o de alegría.
Es un Salterio, con ciento cincuenta salutaciones a la Virgen.
Es el Breviario de los Fieles, algo así como lo que es para lo clérigos el rezo oficial litúrgico.
Los Papas, a partir de Pío XII, lo llaman Compendio del Evangelio, pues recuerda los hechos más destacados de la vida de Jesús y María, y a la vez nos invitan a vivirlos al poner a nuestra consideración, los misterios que se ocultan tras cada uno de esos hechos que recuerda.